viernes, 10 de abril de 2009

Electromagnetismo

Grandes Descubrimientos: La Inducción Electromagnética


A lo largo de la Historia, no siempre se ha vislumbrado la importancia de los descubrimientos científicos que se han ido sucediendo. En numerosas ocasiones, ni siquiera el propio descubridor era capaz de predecir el calado de sus investigaciones en el futuro. Un caso claro de esto lo encontramos en la Ley de Faraday (a veces llamada Ley de Faraday-Lenz o Ley de Faraday-Henry) de la inducción electromagnética.


Los fenómenos electricos y magnéticos son bien conocidos desde la antigüedad. De hecho, el filósofo y matemático griego Tales de Mileto fue el primero en describirlos. Se entendían de forma separada y se tardó muchísimo en descubrir que existía una relación entre ellos, lo que dió pie posteriormente a James Clerk Maxwel para crear una teoría unificadora llamada Teoría Electromagnética.

La persona que descubrió esta interacción entre electricidad y magnetismo fue Michael Faraday, físico y químico británico. Se basó en los trabajos realizados por Hans Christian Oersted. El profesor Oersted postuló, apoyado en consideraciones filosóficas, que la electricidad y el magnetismo deberían estar relacionados. Tras muchos experimentos infructuosos, descubrió, casi por casualidad, que una corriente eléctrica era capaz de desviar la aguja imantada de una brújula. Así pues, entre el campo eléctrico que crea la corriente y el campo magnético de la aguja existía algún tipo de relación.


Pero fue Faraday quien, con los descubrimientos de Oersted y Ampère todavía recientes, hizo uno de los más importantes descubrimientos de los últimos tiempos.

La genialidad de Faraday radica en que descubrió que era posible la generación de campo eléctrico mediante el campo magnético, algo totalmente novedoso y que a nadie se le había pasado por la cabeza. Su experimento consistía en un circuito representado por una espira conectada a un galvanómetro (medidor de corrientes).


Se dió cuenta de que, al introducir un imán en la espira, ¡se generaba corriente en ella! Y no sólo eso, también se dió cuenta de que la corriente era máxima si el polo del imán atravesaba perpendicularmente la superficie marcada por la espira, y aún más, la intensidad de corriente dependía de la velocidad con la que movía el imán: si el imán estaba quieto, no había corriente inducida.


A Faraday le gustaba montar experimentos en sus clases, y cuando realizó éste ante el público, alguien le preguntó: “¿Y eso para qué sirve?” A lo cual replicó: “¿Para qué sirve un recién nacido?” Una gran respuesta, sin duda. La pregunta del espectador resume perfectamente la visión de la ciencia de mucha gente: “¿Y eso para qué sirve?” Para todo y para nada, depende. Para empezar, debería ser más que suficiente el hecho de adquirir un nuevo conocimiento.

Paradójicamente, ese fenómeno curioso pero aparentemente inútil del que ni siquiera el propio Faraday fue capaz de predecir su importancia, hoy en día domina nuestra vida cotidiana. Se encuentra allí donde dirijamos la mirada, pues es la base de nuestra tecnología, nuestro desarrollo y, en consecuencia, nuestra civilización: generadores eléctricos (ya sean de centrales térmicas, atómicas, hidráulicas, eólicas), motores eléctricos, transformadores (que se encuentran en todos los aparatos eléctricos y electrónicos del hogar), osciladores, baterías, hornos de inducción, etc., etc., etc.


Otro día, hablaremos de Maxwell y de cómo formuló matemáticamente todo este compendio electromagnético en su Teoría Electromagnética, la cual no fue aceptada hasta después de su muerte.

No hay comentarios: